Aquel día me encontraba más enfermo y cansado que nunca.
Llevaba demasiado tiempo arrastrando una enfermedad que parecía no terminar de curarse.
Todas las mañanas me levantaba agotado, como si no hubiera dormido nada, pero
en cambio era consciente de haber dormido toda la noche, algo pasaba y no sabía
el qué. Durante el día, tenía altibajos, me dolía el estómago y apenas tenía
apetito.
Los médicos tradicionales habían descartado, después de
muchas pruebas, que tuviera alguna enfermedad, la medicina natural tampoco
acertaba, se había comido diferentes tipos de aceites, pastillas de hierbas y
no recordaba ya cuantas infusiones. Me había puesto multitud de agujas por todo
el cuerpo con un acupuntor que me habían recomendado, había orado y hecho
donaciones en varias iglesias, catedrales, templos y demás.
Nada, seguía poco más o menos igual que hacía dos años.
Un día decidí ir a ver a un hombrecillo que vivía, me
habían dicho, metido en su mundo, en un pequeño terreno en el campo, en una
casita humilde.
- Es
un loco. Te hará perder el tiempo. Me dijeron
algunos.
- Un
gurú. Que te ayudará sin duda. Me habían dicho otros.
- ¿Qué
puedo perder? Me decía a mí mismo. Iré a ver que me cuenta.
Al llegar a las cercanías de la casa vi a un hombre, ni
joven, ni viejo, ni delgado, ni gordo, ni alto ni bajo.
El hombre dejó lo que estaba haciendo miró hacia mí y con
un gesto me invitó a acercarme.
Así lo hice.
Al acercarse el hombre me dijo:
- Para
por favor, no me contagies.
- ¿Cómo
sabes que estoy enfermo?
- ¿Acaso
no es así? Vas dejando tras de ti una estela de dolor, de rencor, que se ve a
distancia.
- Pero
¿qué dices? ¿Va a ser verdad que estás loco?
- ¿Loco?
Quizá lo esté. Hace tiempo me reconcilié con mi pasado, perdoné todos los
sucesos de dolor y rencor acumulado. Llené
mi corazón de perdón y más tarde, sin saberlo llegó la alegría ¿y tú?
- ¿Yo?
Yo me encuentro mal físicamente, ¿qué tiene que ver lo que me cuentas? Le dije.
- Si
estás aquí es porque tu dolencia no tiene un origen físico, por eso no sanas.
Mira tu interior y cuando seas capaz de perdonar y así quitarte el rencor y el
dolor, vuelve a mí. Ahora vete. De momento no puedo ayudarte más.
Me fui, abandoné aquel extraño lugar y a aquel extraño hombre.
La verdad es que me molestó bastante su comentario, fui a
verle por mi dolencia y ni siquiera me recibió, me apartó, me dijo que tenía
que sanar, que perdonar. En aquel momento pensé que era una tontería, que me
estaba tomando el pelo. Pensé, ¡estúpido anciano!
Lo cierto es que al día siguiente me encontré con aquel vecino
que dejó de saludarme, no sé muy bien porque, cuestión que me molesta tanto que
yo dejé de hablarle, a él, a su pareja y a su hijo. Pensaba lo típico de
-¿quién se habrá creído este idiota para no saludarme?-
Me le encontré cara a
cara y me saludó como otras tantas veces, lo diferente fue que esta vez también
le saludé yo.
- Por
cierto, me dijo el vecino, si te he molestado tiempo atrás por algún
comportamiento extraño, te pido perdón. Se lo estoy diciendo a todos los
vecinos con los que me cruzo ya que probablemente me haya comportado mal en los
últimos meses.
- No
te preocupes, le dije, ni siquiera me he percatado. Como iba a reconocer yo una
cosa así…
- Pues
te lo agradezco, ¿sabes? Me echaron del trabajo justo cuando estaba moviendo
los papeles por el fallecimiento de mi madre y he estado un poco disperso.
Creo que hasta me ruboricé, fui
un estúpido.
- Nada
hombre, disculpas aceptadas, discúlpame tu a mi si te he visto disperso y no
te he dicho nada. Lamento lo de tu madre. ¿el trabajo?
- Bueno,
al final no ha sido tan malo el despido, he encontrado otro en poco tiempo y
con mejores condiciones. La vida es así, ya sabes.
Nos despedimos y sinceramente,
me sentí un necio por ser y pensar tan egoístamente.
Lo primero que hice fue ir a visitar a un amigo con el
que hacía tiempo que no mantenía relación.
Se sorprendió al verme, ¡cómo no!, varios meses sin
comunicarme con él, ignorando sus llamadas, sus mensajes.
No le dejé ni hablar, me acerqué a él al abrirme la
puerta y le pedí perdón, perdón por no haber sido sensible, por no haber
cedido, por ser un mal amigo.
Le abracé y él con lágrimas en los ojos me devolvió el
abrazo.
- Pensé
que te había perdido como amigo, dijo, no sabía que había hecho, pensaba que te
había ofendido con algo que desconocía. No podía hablar contigo y no sabes que
angustia sufría en mi corazón.
- Lo
siento amigo, no volverá a pasar.
Ni lo pensé, llamé a aquella amiga a la que siempre le
contaba mis problemas.
- ¿María?
- Sí,
dime.
- Escucha,
una vez más, sólo escúchame. LO SIENTO por las memorias de dolor que comparto
contigo, PERDÓN por unir mi camino al tuyo para sanar, GRACIAS porque estás
aquí para mí y TE AMO por ser quien eres.
No sé de donde saqué esta
frase, nunca la había oído, pero había venido a mi mente.
Al otro lado del teléfono sólo
había silencio, de repente oí llorar.
- ¿Qué
te pasa?
- Es
precioso lo que me has dicho, pensé que eras un insensible, un egoísta. Y
resulta que tienes corazón, que te has dado cuenta de cosas. Gracias amigo.
Hablamos un rato más en el que simplemente, la escuché, creo
que por primera vez la escuché, haciéndome eco de sus palabras, de sus
sentimientos.
Cuando colgué el teléfono me di cuenta que algo había
cambiado en mi interior, me encontraba mejor, más alegre, decidí en ese momento
que no pararía hasta sanar todas las deudas de dolor que tenía con toda la
gente.
Llamé a amigos, antiguas novias, familia, abracé, besé,
estreché manos que nunca pensé estarían dispuestas para mí.
Poco a poco me encontraba mejor, mucho mejor, el dolor
físico estaba pasando, respiraba mejor, me dolía menos la cabeza, incluso el
dolor de estómago había desaparecido. Pero algo faltaba.
Volví al campo, a la casita humilde, al hombre ni joven,
ni viejo, ni delgado, ni gordo, ni alto ni bajo.
El hombre, de nuevo, dejó lo que estaba haciendo miró
hacia mí y con un gesto me invitó a acercarme.
Así lo hice nuevamente.
Pero esta vez, me permitió acercarme más a él, y al estar
cerca le tendí mis dos manos abiertas y le dije:
LO SIENTO por las memorias de dolor que comparto contigo,
PERDÓN por unir mi camino al tuyo para sanar, GRACIAS porque estás aquí para mí
y TE AMO por ser quien eres.
El hombre sonrió, cogió mis manos entre las suyas y me
invitó a tomar un café en su humilde casa.
#unpasoentucamino #jcmt
(La frase “LO
SIENTO por las memorias de dolor que comparto contigo, PERDÓN por unir mi
camino al tuyo para sanar, GRACIAS porque estás aquí para mí y TE AMO por ser
quien eres.” está extraída del arte del Ho’oponopono, arte hawaiano muy antiguo de resolución de problemas basado en la
reconciliación y el perdón)
PD. Con este cuento no pretendo decir que todas las enfermedades provienen del malestar, odio, etc. Nada más lejos de mi intención. Si quiero señalar que el rencor, el dolor, la rabia, provocan daños físicos que aún medicándote no conseguirás sanar. Deberás limpiar tu corazón.
Feliz vida.