Enjuto, alto, elegante, pero sin
ser pretensioso en sus ropajes, transmitiendo una imagen de gran hombre, su
cuerpo que nunca había sido fuerte dejaba notar que había sido trabajado,
hombros marcados y cuerpo atlético, producto de su afición favorita, la
aventura en general y la arqueología en particular, que en otro tiempo le había
dado más de una satisfacción y por qué no, labrarse una fortuna propia y un
nombre en tan complicado mundo. Su semblante serio, enmarcado en una barba
espesa, de pelo ensortijado negro, al igual que sus ojos del color del
azabache, ni grandes, ni pequeños, pero tan penetrantes que podría traspasar a todo aquel que osara mirarle
durante unos segundos. Denotaban la fuerza de su familia, que durante años
había gobernado en esa zona del país, de eso hace mucho tiempo, pero aún
quedaba la fuerza de su poder en los ojos de esta noble dinastía.
Sobre su testa, un pelo negro, rizado, no tan espeso como cuando era joven, fue la envidia de sus quintos y la locura de las mozas de su pueblo, no en vano, habían pasado ya más de tres décadas por sus venas y empezaba a notársele alguna cana...
Sobre su testa, un pelo negro, rizado, no tan espeso como cuando era joven, fue la envidia de sus quintos y la locura de las mozas de su pueblo, no en vano, habían pasado ya más de tres décadas por sus venas y empezaba a notársele alguna cana...
El señor marqués, le llamaban, su
padre, el último marqués de
Almazán había fallecido hacía unos años y él era el heredero de su suerte.
Su fortuna en los últimos años se
había visto muy menguada y en el pueblo se hablaba de cómo este hombre,
heredero del que antaño era el más rico
y poderoso de la zona, había malgastado su fortuna en no se sabía que,
posiblemente mujeres y vicio.
Unos años pasaron del entierro de
su padre y John, el señor marqués, paseaba por el pueblo cuando un lugareño se
le acercó.
- buenos
días señor.
- Buenos
días, ¿tengo el placer de conocerle?
- No
señor marqués, no nos conocemos. Me atrevo a acercarme a Ud. Para, como antaño
hizo mi familia con su padre, pedirle consejo.
- En
esta zona de España aún hoy, después de tanto tiempo, se seguía teniendo
sumisión al poder que antaño disponía de las tierras, bestias y vidas como si
suyas fueran. La sociedad del siglo 20 estaba aún despertando del sueño, o más
bien pesadilla, del franquismo y seguía teniendo ciertas tendencias. Espero que
con el tiempo desaparezcan y el ciudadano no tenga la sumisión que durante casi
cincuenta años ha vivido. Pero volvamos al texto.
- ¿Tengo
el placer de hablar con?
- El
alcalde, señor marqués, Pedro Veiga, a su servicio.
Sin salir de su
inicial asombro el señor marqués se preguntaba el porqué de la necesidad de
este buen hombre, pero no podía eludir la pregunta. Dígame buen señor entonces,
si Ud. Considera que puedo ayudarle, haré lo que pueda para que así sea.
- Se
lo agradezco Señor, hace tiempo mi familia recibió este legado, una serie de
joyas del pueblo, de la iglesia, del ayuntamiento y demás, que durante los años
de la guerra civil y posteriores, escondimos para que no fueran robadas por la
gente del pueblo ya que había hambre y necesidades y este alijo podría haber
salvado de muchas penurias a los menos agraciados del pueblo, pero mis abuelos
y padres no quisieron usarlas para ayudar y escondidas quedaron. Ahora llegan a
mí en herencia y no sé muy bien qué hacer con ellas. El honor me pide
entregarlas al pueblo, ya que suyas son, pero se pueden convertir en mucho
dinero y el egoísmo me hace desear enriquecerme con ellas.
- ¿Cómo
contestar a este señor sobre algo tan particular? Hace años entregue mi
herencia, ganada injustamente por mi familia, entre las personas del pueblo,
como subvenciones, patronazgos y compras a empresas y ganaderos del pueblo, lógicamente
sin identificarme, pero eso era hacer justicia, devolver a cada uno lo suyo.
Hoy este buen hombre me preguntaba algo parecido. Mire buen hombre, recuerdo
ahora un fragmento del libro de los muertos, un texto funerario del antiguo
Egipto. Anubis, dios funerario, con cabeza de chacal pesa el corazón del
escriba Hunefer, contra la pluma de la verdad en la balanza de la diosa de la
justicia Maat. Si su corazón es más ligero
que la pluma, a Hunefer se le permite pasar a la otra vida. Si no es así, es devorado
por la expectante criatura quimérica Ammyt, compuesta por partes de cocodrilo, león e hipopótamo.
- Estreche
la mano del buen Pedro y le dejé un poco desengañado y pensativo...Lo que sucedió a partir de ese
momento con nuestras vidas curiosamente cruzadas, es otra historia...
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